jueves, 16 de junio de 2011

El surgimiento de las ciudades y la burguesía en la Edad Media


por: Ximena Salmerón Serna


Durante la baja Edad Media, el periodo comprendido entre el siglo III y la muerte de Carlomagno a principios del siglo IX, tanto el Imperio Romano de Oriente como el de Occidente se encontraban sumidos en una crisis económica acompañada de constantes invasiones bárbaras. Éstas causaron que las poblaciones se retrajeran hacia las costas, obligando a ambos imperios a depender, sobre todo, del comercio. Durante estos años el Imperio de Oriente se mantenía relativamente estable ya que existía un avance en sus exportaciones y su economía en general. Sin embargo el Imperio de Occidente, a pesar de sus continuos esfuerzos se encontraba profundamente debilitado y, a principios del siglo V, sucumbió y fue invadido completamente por distintos pueblos bárbaros: vándalos, en África, visigodos en Aquitania y España, burgundios en el Valle del Ródano, ostrogodos en Italia, entre otros.

Después de esta invasión el Imperio comenzó de inmediato a tratar de repelerlos de nuevo. Continuaron las guerras para expulsarlos, sin embargo estos pueblos no trataban de exterminar al Imperio romano, sino más bien formar parte de él como un nuevo pueblo. Fue aquí donde se dio un fenómeno interesante al que se ha llegado a llamar la germanización del Imperio. Este fenómeno habla de un acontecimiento económico y religioso en el que los nuevos pueblos germánicos no representaron para el Imperio un estancamiento ni un retroceso en su civilización, como se pensaba. Por el contrario, estos pueblos comenzaron a vivir en las llamadas civitas o cités, ciudades episcopales administradas por la Iglesia. Estas cités funcionaban sobre todo como lugares de instrucción cristiana en donde el clero se encargaba de todo. También funcionaban como lugares de refugio contra las invasiones, razón por la cual su territorio y su población aumentaban constantemente. Éstas no eran económicamente independientes y tenían gran importancia para el Imperio: aunque en esta época la economía del Imperio estaba basada en la agricultura, éstas proporcionaban un modo de circulación de bienes comerciales gracias a los mercados. También contribuyeron de manera importante con recursos derivados del thelonium, impuesto que se cobraba por usar los caminos, los puentes o los puertos y a la entrada de las ciudades para los mercaderes que deseaban comerciar. Todo esto contribuía sufragar los gastos del Imperio.

Hasta ese momento las bases del Imperio Romano de Occidente habían permanecido sin muchos cambios: el cristianismo prevalecía y, aún con la incorporación de los germanos, se conservaba un orden que tenía objetivos comunes. Pero en el siglo VII con la aparición del Imperio Musulmán impulsado por Mahoma, se presentaron grandes cambios. En muy poco tiempo, lo que nadie esperaba sucedió: las fuerzas del Imperio Musulmán avanzaron rápidamente apoderándose del Imperio Persa en el 644, del Imperio Bizantino en 636, de Egipto en 642, de África en 708 y de España en 711. No fue hasta 717 cuando Constantinopla y las fuerzas de Carlos Martel fueron capaces de repeler a los musulmanes y contener su expansión. Para entonces ya era tarde, la invasión había cambiado por completo al Imperio de Occidente: no solamente en la religión sino también en las leyes y en la lengua. Se acabó por completo el vínculo entre Oriente y Occidente. A este periodo se le conoce como el fin del mundo antiguo.
Durante muchos años después de la invasión musulmana no se consolidaron actividades económicas importantes y organizadas a nivel de toda la región: el comercio se daba principalmente en pequeños mercados administrados por mercaderes que no eran precisamente negociantes profesionales. En esta época se dio también una segunda crisis económica importante; la reforma del sistema monetario iniciada por Pipino el Breve, quien decidió cambiar la moneda de oro que se había usado hasta entonces por la de plata. Para empezar, la moneda del Imperio reducía su valor monetario frente a otras monedas; pero también enfrentaba el problema de la circulación de las nuevas monedas en una civilización comercialmente estancada. El Imperio Carolingio se vio obligado a permitir la acuñación de monedas en las iglesias y luego en los mercados hasta que la moneda se devaluó drásticamente. En este momento el Imperio estuvo básicamente sustentado por la renta que ofrecían los pueblos dominados y el botín de guerra; el telonio que antes sustentaba la economía ahora era absorbido por administradores independientes. Entonces Carlomagno se vio obligado a contratar aristócratas libres para cobrar y administrar los impuestos, porque no tenía recursos suficientes para remunerarlos. Los Misi Dominici, encargados de vigilar que la administración de los recursos se hiciera con probidad, no eran capaces de resolver el problema porque eran testigos de la incapacidad del Imperio para controlar a sus funcionarios. El Imperio dependía exclusivamente de la fidelidad que tenían los administradores y no tenía forma de controlarlos de manera efectiva: a esta “independización” de las riquezas en unos cuantos individuos se le reconoce como una de las causas del feudalismo. Sin duda podemos afirmar que el Imperio Carolingio causó un retroceso en la economía de la época y una crisis económica fuerte. Sin embargo, los objetivos de Carlomagno estaban más bien inclinados hacia unificar y reestablecer la frágil moral cristiana y las buenas costumbres. Un claro ejemplo de esto es la creación de la educación universitaria y la escolástica.



Con la muerte de Carlomagno y el fin de su Imperio los príncipes, que habían ido adquiriendo riqueza, se establecieron definitivamente en los burgos. Estos burgos se fueron desarrollando durante la crisis como lugares parecidos a las cités pero de mayor extensión y con una capacidad de defensa mayor ya que tenían más caballeros que éstas. En estos burgos era evidente la sociedad estamentada que prevalecía en la época. La sociedad estaba dividida en Bellatores (los caballeros y la nobleza), Oratores (el clero) y Laboratores (los trabajadores, el pueblo). La estructura de estos burgos consistía básicamente de una catedral, un ayuntamiento, una plaza, una torre de vigilancia en donde se guardaban las armas, las viviendas de los trabajadores y una muralla que rodeaba el territorio. En el siglo X, la economía se estabilizó en la Europa Occidental y se promovió la paz desde todos los ámbitos posibles. Cesaron las guerras y tanto las ciudades episcopales como los burgos comenzaron a preocuparse por la paz dentro de sus murallas. En este sistema cerrado de ciudades amuralladas, los comerciantes se convirtieron en personas libres; ya que su profesión los obligaba a trasladarse de burgo en burgo intercambiando sus productos. Durante este periodo de renacimiento económico, los comerciantes hicieron crecer los burgos y apoyaron la dinamización de a la economía. Sin embargo, en un principio no eran bien recibidos en los burgos ya que tomaban espacio, cada vez eran más y muchas veces sus ideas de vida eran distintas a las del burgo. Eran extranjeros que en su ciudad de origen pertenecían a las clases más bajas y llegaban como comerciantes a las nuevas ciudades para buscar fortuna. Con el tiempo, se establecieron fuera de las murallas de las ciudades, aprovechando la creciente pacificación y seguridad del territorio. Se le llamó viejo burgo a la parte inicialmente amurallada en donde vivían los caballeros y el clero, mientras que se denominó nuevo burgo a la zona donde vivían los burgueses y los demás ciudadanos. A cada sección de la ciudad correspondía el pago diferenciado de impuestos. Mientras el nuevo burgo seguía creciendo y la paz en el Imperio se restablecía, se volvió innecesario que los caballeros continuaran viviendo en el burgo y poco a poco se trasladaron hacia poblaciones más pequeñas, alejándose de las ciudades. El clero que también vivía en el viejo burgo, estaba en desacuerdo con los nuevos habitantes; sin embargo comenzó por cobrarles por vivir en las tierras que, por principio, les pertenecían. Entre más crecía la ciudad, más avanzaba el capital de la Iglesia. Para el siglo XI las iglesias habían dejado de estar solamente en el viejo burgo y ahora se establecían en plena calle mercantil del nuevo burgo y servían de una especie de guía espiritual a los nuevos burgueses.


Como podemos observar en este texto, el surgimiento de las ciudades durante la Edad Media fue un proceso largo que comenzó principalmente como una defensa contra las invasiones y como una búsqueda de vivir en paz. También resulta interesante el importante papel que desarrolló la Iglesia tanto para preservar vivos los fundamentos de las pequeñas ciudades, como para crear una comunidad unida por la fe incluso cuando las crisis económicas amenazaban la forma de vida de la civilización.


Bibliografía
Pirenne, Henry. Las ciudades de la Edad Media. 3ª ed. Madrid, España: Alianza Editorial, 1983.
Romero, Jose Luis. La Edad Media. 27ª ed. Mexico: Fondo de Cultura Económica, 2011.





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