martes, 21 de junio de 2011

El miedo no anda en caballero: fantasmas y aparecidos en la Edad Media



Por Miriam Andrea Matías

I do believe in ghosts. Freaky things will happen, and I'm like,

'The wind didn't do that! Some spirit did'.

-Devon Werkheiser


¿Recuerda usted la última vez que se tuvo que preocupar porque su muertito se levantara de la tumba? Que la abuela muerta de alguien venga a visitarlo en la noche no es algo que nadie en su sano juicio desearía. Por eso mismo en la Edad Media se tenía una serie de rituales para que sus difuntitos no regresaran a clamar venganza o a retomar sus asuntos pendientes. Claro está que no por estar muerto uno tenía el derecho de regresar de la tumba, había un selecto grupo de almas postuladas y premeditadas a deambular entre el mundo de los muertos y los vivos.

“Fantasma”, “espectro”, “sombra”, “espíritu”, “ectoplasma”, “larva”, “aparecidos”, todas son palabras para designar a los fenómenos que nuestros sentidos, especialmente el de la vista, experimenta con personas del más allá. Esta creencia en los aparecidos y fantasmas tiene dos orígenes: el mismo miedo que los difuntos y la muerte nos provoca y la estupefacción que una muerte “anormal” siembra en nosotros. Claro, sin olvidar que somos herederos de una tradición de creencias en los muertos y su resurrección, que nos remontan hasta los romanos, quienes serían nuestros padres en eso del miedo a los fantasmas.

Nuestros antepasados romanos tenían el mismo miedo de los muertos sin descanso como nosotros, el miedo es considerado impuro y peligroso y por estas razones hay que congraciarse con el difunto. Éste es causante de epidemias, de casos de locura y de posesión, para evitar todas estas consecuencias se tenía que llevar a cabo una serie de ritos funerarios tan complejos que hasta la misma preparación del mole oaxaqueño se queda atrás y todo esto para que el muerto pueda alcanzar la paz en el Otro Mundo. Como se comentó anteriormente, no se debe temer a todos los muertos, los romanos también creían en una clasificación de los “mal muertos” los cuales incluían a los perecidos por muerte violenta, los asesinados, los ajusticiados, los suicidas, los muertos prematuros, es decir los fallecidos antes del día fijado por el destino y los difuntos que han quedado sin sepultura, por ejemplo los ahogados.

En la Edad Media se heredaron muchas de estas creencias romanas, los aparecidos y fantasmas eran casi el mismo grupo distinguido de personas mencionadas anteriormente, ya que se creía que estas eran las personas que no lograban un paso hacia el infierno ni al cielo, esto antes del nacimiento del Purgatorio –a mediados del siglo XII, según Jacques Le Goff (El nacimiento del Purgatorio que vino a resolver el problema de explicar el hecho de que un muerto regresara para la iglesia.

Cuando uno piensa en un fantasma piensa en una aparición blanca que flota, en la Edad Media, cuando se pensaba en apariciones o fantasmas, se tenía la idea de una figura negra, ya que el color negro era el color del Otro Mundo. ¿Y, qué es lo que se hacía para evitar este tipo de manifestaciones paranormales? Dependiendo de la región se tenían diferentes rituales pero hay una lista de los más comunes en la región de Europa especializados para cada tipo de deceso.

· Para los suicidas: En la región de Letonia, se fijaba el cuerpo a la tumba; a las orillas del mar Báltico, se recomienda poner tres piedras sobre el cadáver cuando se entierra, una en la cabeza, una en el cuerpo y una en los pies. En la Alemania del norte, se quemaba el cadáver; en el sur y en tierras alemánicas, se abandonaba a la corriente de un río. En la región de Holstein, se pone una rastra, puntas abajo sobre la tumba del suicida; y claro, está siempre la recomendación de enterrar al muerto donde se descubre su cuerpo que aplica para cualquier región de Europa.

· Para los enemigos: Se tenía la creencia que decapitar al enemigo que se le había dado muerte ayudaba a que no regresara a clamar venganza contra el ejecutor. Para tener un poco más de precauciones, la cabeza se colocaba bajo la pelvis o entre las piernas, esto para que no pudiera tomarla y volvérsela a poner sobre los hombros.

· La mujer que muere en el parto: Hay que poner en su cama madera de almendro o un libro, la cama hay que deshacerla totalmente y luego rehacerla, o bien, hay que lavar su escudilla.

· Para aquellos que han escondido un tesoro: Poner dinero en la boca de los muertos para que no regresen si han dejado algún tesoro enterrado.

· Para cualquier tipo de muerto: Cerrar los ojos al muerto es algo recomendable para no sufrir mal de ojo, así como envolver la cabeza en un paño; asegurarse de cerrar bien el sudario con un alfiler del difunto para evitar que salga de su sepultura; atar los dedos gordos de los pies del cadáver o atar las manos con un rosario todo esto para atar al difunto e impedir que saliera de su tumba; quemar el lecho del difunto; fijar a los muertos en la tumba con ayuda de una estaca ayudaba a que el muerto se quedará en su morada póstuma.

Ritos de muerte había miles, a pesar de que la iglesia considerara estos cultos como paganos y en contra de Dios, no se puede negar que estas costumbres formaban parte del imaginario popular de las personas. Para nadie era agradable pensar que sus seres queridos regresarán en forma de sombras o apariciones, se hacía lo posible para evitar que esto ocurriera y que el difunto en cuestión alcanzara la paz eterna y que no deambulara por el mundo. Si me preguntan a mí que haría, la próxima vez que entierre a un ser querido, les diría le taparé la cabeza con un paño, no por ser supersticiosa pero uno nunca puede tener suficientes precauciones en cuanto a lo que la muerte se refiere.

Bibliografía:

LECOUTEX, Claude. Fantasmas y aparecidos en la Edad Media. Traducción de Plácido de Prada, Medievalia, Barcelona, 1998.



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